La Orden de los Pobres Compañeros de Cristo
del Templo de Salomón más conocida
como “Orden del Templo” o “Orden del Temple” fue una de las principales ordenes
monásticas militares católicas, esta orden fue fundada entre 1118 y 1119 por Hugo
de Payens y Godofredo de Saint-Omer junto a otros siete caballeros franceses,
tras la primera cruzada, con el fin de amparar y socorrer a los peregrinos que
acudían a visitar los Santos Lugares, la mayor parte de los cuales corría el
peligro de caer en manos de ladrones y sarracenos. La Orden fue reconocida en
Jerusalén bajo la denominación de “pobres soldados de Jesucristo” y ante el
patriarca latino de Jerusalén Garmond de Picquigny, donde se les impuso la
regla de los agustinos, y donde realizaron sus votos de pobreza, castidad, obediencia” a la vez que se comprometían a defender a los
peregrinos durante su tránsito por los caminos que les llevaban a Tierra Santa,
la orden fue aprobada oficialmente por la Iglesia Católica en el año 1129 en el
Concilio de Troyes y ratificado por la Bula de Inocencio II “Omne datum optimun”
el 29 de marzo de 1139.
El gran maestre de los Templarios Hugo de Payens, tras la fundación y a la
espera de la aprobación oficial de la Orden, inicia un viaje por todos los
reinos cristianos de occidente para visitar Francia, Inglaterra, Portugal,
Castilla y la Corona de Aragón, entre otros, en todos ellos el Gran Maestre y
su misión en Tierra Santa tuvieron una magnífica acogida.
Pero en la Península Ibérica se daban unas circunstancias muy diferentes al
resto de Europa y a la vez muy similares
a las de Tierra Santa, de guerra contra él infiel, de recuperación del
territorio ocupado por los musulmanes, de defensa y auxilio a los peregrinos en
su viaje a lugares santos, tan emblemáticos como son y eran, la peregrinación
para venerar los restos del Apóstol Santiago, localizados a principio del S. IX
en la ciudad de Santiago de Compostela, que pertenecía al Reino de León, por
último también se ocupaban de la defensa de los colonos de las tierras fronterizas, es por ello que estas
órdenes y más en concreto los templarios pudieron asentarse con mayor facilidad
en los distintos Reinos cristianos de la Península, especial mención debe tener
la relación de la Orden del Temple con el Reino de León (Portugal) y sobre todo
con los distintos Reinos de la Corona de Aragón, donde esa implantación fue mucho
más evidente, lo que hizo que aumentase su poder político y económico.
Como decíamos el primer castillo que gestiono la orden del Temple en
occidente fue el de Soure en el territorio de Coimbra, este castillo fue una
donación de Infanta Teresa de Portugal, Reina Consorte de León (Alfonso IX), lo
más curioso es que la donación se produce en el mes de marzo de 1129, escasos dos
meses después del reconocimiento oficial de la Orden por el Papado en él
Concilio de Troyes, este castillo se encontraba ubicado muy cerca de la
frontera entre el Reino de Portugal y la Taifa de Badajoz, esta donación tan
temprana puede darnos una idea de la importancia que las órdenes religioso –
militares tuvieron durante la mal denominada reconquistada y más en concreto
los caballeros templarios, de hecho esta donación es anterior al primer
castillo del Temple en Tierra Santa, que fue el de Antioquía.
Ahora analizaremos más detenidamente como fue la actuación y como fue la
relación de estas órdenes militares con
los monarcas de la Corona de Aragón, y cuáles fueron los motivos por los cuales
se les facilitó enormemente su implantación sobre el territorio.
Las distintas órdenes religioso - militar como la del Temple, la del
Hospital o la de San Jaume, entre otras, tuvieron una actuación esencial y muy
decisiva durante los siglos XII y XIII en la expansión y consolidación de los
dominios de la Corona de Aragón a costa de las taifas Almohades limítrofes, estos
monjes – caballeros formaban la base de los ejércitos de los distintos monarcas
de la Corona de Aragón, pero a la vez eran la piedra angular que les permitía acometer
los procesos de colonización de los nuevos territorios, así como mantener el
control de las fronteras y por último también eran una
garantía de seguridad en zonas durante los periodos de paz.
Pero entre todas las órdenes militares, serán los caballeros de la Orden
del Temple, los que demuestran un mayor apoyo a los monarcas aragoneses en sus
ansias expansivas, de hecho a mediados del siglo XII ya se encontraba
perfectamente establecidos en los territorios de la Corona, donde contaban con
numerosos privilegios y donaciones.
En el 1131 muere Ramón Berenguer III Conde Barcelona, Gerona, Osuna,
Provenza y Cerdeña y es enterrado con el hábito de la Orden del Temple y ese
mismo año se produce la primera de las donaciones de las muchas que se
realizaron en la Corona de Aragón, es Guillermo Ramón I de Moncada “El Gran
Senescal de Barcelona” quien dona el alodio de Sant Pere de Vilamajor.
Ahora veremos la donación más importante de la Corona de Aragón, a la muerte de Pedro I de Aragón en el 1104, al no
tener descendencia viva, es nombrado rey de Aragón y Pamplona su hermanastro
Alfonso I al que se le conoce con el sobre nombre de “El Batallador”, Alfonso
era el tercero en la línea dinástica, es uno de los hijos de Sancho Ramírez de
Aragón y de su segunda esposa Felicia de Roucy, dado que él no estaba llamado a
ser rey, dedico su infancia a la vida monástica y también pasó algún tiempo en
Francia en los territorios de la familia de su madre.
Alfonso I se casó en el 1109 con Urraca de León, de
esta manera se unían los reinos más importantes de la península, pero no tuvieron
descendencia, para más INRI en el 1112 su matrimonio fue declarado nulo, por consanguinidad
de los cónyuges, por el Papa Pascual II, bajo amenaza de excomunión y no volvió
a casarse. En el 1131, durante el sitio de Bayona, Alfonso I hace testamento en favor de Dios,
que posteriormente es ratificado el 4 de septiembre de 1134 en Sariñena, tres
días antes de su muerte cerca de Almuniente.
Pero analicemos que decía ese testamento tan importante para la Orden y
para el futuro de la Corona de Aragón, empezaremos por lo más trivial, aunque
no por ello menos importante y lucrativo para las arcas de la Iglesia, que
fueron una serie de donaciones - concesiones
a distintos monasterios y catedrales:
- A la Catedral de Pamplona.
- La villa y el castillo de Estella.
- A la Catedral de Santiago de Compostela.
- Las villas y los castillos de Calahorra,
Cervera de Alhama y Tudején.
- Al Monasterio de Santo Domingo de Silos.
- La villa y el castillo de Sigüenza.
- Al Monasterio de San Salvador de Oña.
- La villa y el castillo de Belardo.
- Al Monasterio de San Salvador de Oviedo.
- La villa y el castillo de Almazán.
- A los Monasterios de Santa María de Nájera y de San Millán de la Cogolla.
- El Monasterio de Leire.
- Las villas y los castillos de Nájera y Tobías.
- A los Monasterios de San Juan de la Peña y de San Pedro de Siresa.
- Las villas de Biel, Bailo, Astorit, Ardanes y
Sosa.
Alfonso nombra herederos y sucesores suyos, a partes iguales, a las
siguientes órdenes religioso militar, Orden de San Juan de Jerusalén, Orden de
los Caballeros Templarios y Orden del Santo Sepulcro, otorgándoles el “DOMINATUM”,
el “PRINCIPATÚM” y el “REGNUM”, o lo que es lo mismo el dominio sobre la tierra
como señor feudal, el caudillaje sobre todos los hombres y la propiedad del
reino, estas donaciones nos pueden dar una idea de la importancia que estás
órdenes tenía.
Pero este testamento tuvo una gran contestación por parte la nobleza
aragonesa y navarra, alegando que estas órdenes aun siendo importantes e imprescindibles
para la expansión de los dominios del reinado, eran ajenas a las formas de vida
de los navarros y de los aragoneses, como consecuencia, la nobleza navarra
escogen a García VII como rey de Navarra y la nobleza aragonesa escogen a
Ramiro II “El monje” como rey de Aragón, poniendo fin a más de 50 años de unión
de ambos reinos. Este desacuerdo, llevó a una disputa entre las órdenes junto
al Papado y los nuevos reyes junto a la nobleza navarro y aragonesa, que no fue
hasta el 1140 ya como Reina de Aragón Petronila, que estaba casada Ramón
Berenguer IV, Conde de Barcelona, con autorización del Papa, pudo iniciar las
negociaciones con las órdenes religiosas para solucionar el conflicto dinástico,
con las órdenes del Santo Sepulcro y del Hospital el acuerdo se fraguo en el
verano de 1141, pero con la Orden del Temple el acuerdo fue más complicado ya
que no fue hasta el 1143 cuando se pudieron iniciar las negociaciones, que se llevarían
a buen término el 27 de noviembre de 1143 a través de las capitulaciones de la
Concordia de Gerona, por la cual se integraban en la Orden del Temple la
Militia Christi, la primera orden militar de la península, junto a otras
posesiones y los castillos de Monzón, Montgay, Chalamera, Barberà y Remolinos, entre
otros beneficios, con el fin de garantizar que la orden continuaría apoyando
los interese expansivos de los monarcas catalano-aragoneses, aunque el acuerdo
ya era un hecho no fue hasta el año 1158 con el Papa Adriano IV, cuando la
situación quedo totalmente normalizada y de nuevo la implicación de una forma
totalmente decidida de los caballeros del Temple en sus aventuras expansivas,
aunque no habían dejado de colaborar, de hecho en 1148 colaboran en la
conquista de Tortosa y se establecen en Huesca, en el 1150 también les cede los
castillos de Ambel y Alberich, en el 1153 tras la conquista de MIravet les cede
su castillo y las villas de Gandes, Corbera, Algars, Batea, Pinell y Rasquera.
Los caballeros Templarios siguieron ayudando y sirviendo a sus sucesores
con Alfonso II “El casto”, tras la conquista de Tortosa en el
1165, se establece la encomienda de Comillas y en el 1167 se le ceden los
castillos de Asco y Riba-roja, posteriormente se establecen encomiendas en
Huesca y Monzón y en el 1177 se les cede la villa de Horta, pero además Alfonso
instauro una nueva costumbre las pre donaciones al Temple por el apoyo en la
futura conquista de la Taifa de Balansiya, en concreto los castillos y villas
de Oropesa y Chivert.
Con Pedro II “El
católico” y con el nombramiento de Arnaldo de Torroja en el 1180 como Gran
Maestre de la Orden del Temple, la Orden presta un gran apoyo para iniciar la
conquista de las tierras dela Taifa de Balensiya, que en el futuro se convertirá
en el Reino de Valencia, con la conquista de los castillos de Ademuz,
Castielfabib y Sertella, por esa ayuda en el 1211 también los pueblos y la
torre de Ruzafa, el pueblo de Cantavella y el castillo y término de Culla.
Pero el apoyo a los monarcas aragoneses por parte de los Templarios, no
solo se circunscribió al ámbito militar, ya que tuvieron un papel fundamental en
el reinado de Jaime I. En el 1213 muere Pedro II, en la batalla de
Muret, dentro de la Cruzada Albigense, siendo aún un niño de 6 años. Los nobles
aragoneses lo coronaron rey en Lleida en el 1214, pero por mandato del Papa Inocencio III, el joven rey quedo bajo la protección de la
Orden del Temple, en concreto fue su tutor el maestre templario de Aragón
Guillen de Montredón hasta su mayoría de edad a la edad de 10 años. Es por ello
que durante toda su vida y sobre todo durante su reinado los Templarios fueron
sus consejeros más fieles, además de asesores y compañeros de armas, siempre acompañaron
a Jaime en todas sus conquistas tanto en Mayurqa, como en Balansiya.
El Rey Jaume I tuvo muy en cuenta a los Templarios en “Els Llibres del Repartiment
de València” por el apoyo recibido durante la conquista de las tierras del
nuevo Reino de Valencia, perteneciente a la Corona de Aragón. Las donaciones se
iniciaron antes de la conquista de Valencia en el 1238, de hecho se les concedió
en el 1227 el castillo de Pulpis, en el 1233 el castillo de Chivert, las
villas de Mantella y Benahamet y un tercio de Burriana, en el 1237 la villa de Seca,
en el 1238 año de la conquista recibieron en la ciudad de Valencia la torre de Alibufat, una torre grande y
fuerte, eje central de la
defensa, junto con un largo sector de la muralla y la barbacana, también unas
calles de la ciudad en la parroquia de San Esteve, con cincuenta casas. En el 1244 la mitad de las dársenas
de Denia, las alquerías fortificadas de Moncada y Carpesa y un sector de la
villa de Lliria.
Y bajo el reinado de Jaume II en el 1294 se completaron las donaciones comprometidas
por Jaume I, como el Castillo de Peñíscola, Albocacer, Ares, Benicarló, Cuevas de Vinromá,
Serratella, Tirig, la torre de los Domeges, Villanueva de Alcolea, Vinaroz y
muchas otras posesiones menores.
En el 1307 el papa Clemente V de Avignon, prisionero, coaccionado y
manipulado por el rey de Francia Felipe IV “El Hermoso” inicia un cruel proceso,
lleno de mentiras y falsedades achacándoles una falta de caridad en sus
encomiendas, una falta de eficacia por la pérdida de las posesiones en Tierra
Santa y sobre todo se les achaca un afán enorme de poder, todo con un único fin
que era otro, que el de conseguir la condena de la Orden por parte de la
Santa Inquisición, pero la presión que soporta el Papa hace que el proceso que
no se circunscriba únicamente al Reino de Francia, sino que extiende a todos los
reinos cristianos de Europa, tras la condena se inicia una persecución feroz y
ejecución de una gran parte de los Templarios. Que desembocaría en la abolición
de la Orden del Temple el 22 de mayo de 1312, dictada por el Papa Clemente V.
La persecución que se estaba produciendo en Francia con la Orden del Temple
provoca una gran indignación en los distintos reinos que forman la Corona de
Aragón, ya que los caballeros del Temple gozaban de un gran prestigio en estas
tierras, no a su habilidad política, sino debido a ejemplaridad y excelente espíritu militar, tal era la imagen de los Templarios que El
Rey Jaume II pidió al Papa Clemente V, que autorizara que se juzgara por
separado los distintos consejos provinciales de los Templarios. De esta manera
y tras una minuciosa investigación el 7
de julio de 1312 en el Concilio de Tarragona fueron declarados inocentes. No
obstante el Rey Jaume II dado que la Orden estaba abolida por el Papa, decretó,
primero que se dispersaran los caballeros y que sus posesiones en la Corona de
Aragón pasasen a manos de la Orden del Hospital. Una excepción fue el Reino de
Valencia, donde el rey creo en el 1317 la Orden de Santa María de Montesa, con
la aprobación del Papa Juan XXII, que fue la heredera de las posesiones de los
Templarios, más tarde también pasaron a manos de esta Orden los bienes de la
Orden del Hospital.